Vale, sí, lo admito: soy una filthy-casual- player cuando de Overwatch hablamos. De hecho, quien de verdad juega y se lo toma como si se le fuera la vida en ello es mi padre. Pero lo que de verdad me gusta de este juego es el lore, la historia de cada personaje y sus personalidades, y es de ello de lo que quiero hablar hoy. Llamémoslo “Overwatch me enseñó”.
Si hay algo que me enamoró de este juego es que cada personaje tiene su vida, sus motivaciones, personalidades distintas que les hacen únicos frente al resto de héroes. Algunos buscan respuestas y la paz en el mundo (o, al menos, en su interior…dadle algo de cariño a Hanzo, por favor), otros venganza; unos luchan por lo que creen y otros por defender su hogar. Y me condiciona mucho a la hora de elegir un personaje con el que jugar: por ejemplo, no me siento cómoda jugando a Widowmaker por cómo es ella y, sin embargo, adoro jugar Tracer porque me veo totalmente identificada con ella (pese a que manquee como Dios y muchas veces me muera al pegar la bomba porque se me olvida utilizar la E, pero bueno….lo intento). Pero ese es otro tema en el cual no me quiero meter; hoy estamos aquí para hablar de lo que este juego significa para mí y no de personajes concretos.
Overwatch es un juego en el que, gracias a sus personajes, he encontrado ese empujón que todos necesitamos para salir de nuestra zona de confort y ver qué hay más allá de la misma. Y creedme: ha merecido totalmente la pena. Puede sonar a chiste, pero el sentirse identificado con algo y ver cómo ello ha evolucionado (para bien o para mal) llega a motivar y a romper todos los “y si…” o “ya mañana…”; quizás ya no haya un mañana para hacerlo, quizás el mañana haya que salvarlo porque todavía necesitamos héroes. Y no me refiero a soldados que salven a la humanidad; me refiero a personas capaces de soñar, capaz de romper esquemas, con la habilidad de perdonar y perdonarse, de renacer cuando todo lo que le rodea son cristales rotos…y esto es algo que he aprendido gracias a Overwatch.
Ahora es cuando os echo la charla: nunca dejéis vuestros sueños ni aspiraciones de lado. Que arda el mundo, que se inunden las calles, que un terremoto sacuda la tierra y el cielo…nunca desistáis ni os apartéis del camino que vosotros y vosotras escogéis. ¿Pensáis que no tenéis el talento? Trabajad duro. ¿Tenéis el talento? Trabajad también; si este no evoluciona, se convierte en un músculo inútil (o en la muela del juicio, que está ahí por estar y a veces duele). Y haced aquello que os haga felices, porque es aquello que nos queda cuando llegamos a la tumba. Incluso cuando no creáis en vosotrxs, aunque no tengáis fuerzas para continuar…recordad que Roma se construyó sobre ruinas y vosotrxs también podéis. Perseguid vuestros sueños, amad lo que hacéis, aspirad a ser la mejor versión de vosotrxs cada día y nunca temáis hacer ruido por ello. Suena cursi, pero…es lo que hay.
Y esto no pretendía ser una entrada…¿motivacional? Digámoslo así. De veras que no lo pretendía, pero Overwatch me ha cambiado la vida de cierta forma (a mejor, quiero creer) y no solo por lo que he dicho anteriormente; he conocido a gente maravillosa (va por vosotros, Sara y Alex), me he unido más a varios amigos e incluso a mi propio hermano -cuando no se dedica a llamarme noob o a decirme que me compre unas manos-. Pero, volvemos al principio: soy una filthy-casual con poco tiempo libre (al menos ahora) y os mentiría si os escribiese una entrada haciendo un análisis en profundidad del juego…después del verano ya será otra historia.
Espero que disfrutéis de este juego y sus personajes tanto como yo lo he hecho y que, con algo de suerte, os veáis reflejados en alguno de ellos y os ayude como a mí. Ah, y si veis a una tal MinHana por el mapa…no vayáis a por ella, que es muy MUY mala jugando.
Feliz aniversario, ¡gracias por todo!