Posted on enero 12, 2017, 9:30 am
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Overwatch es un juego que, desde su lanzamiento, ha estado en el punto de mira de la opinión pública por muy diversos motivos. Su beta, sus carismáticos personajes, su narrativa transmedia a través de elaborados vídeos con estética Pixar… son elementos que han hecho de Overwatch juego del año.

Sin embargo más allá de las mecánicas y del cuidado diseño gráfico, más allá de la enorme compañía tras el título, Overwatch se ha caracterizado por tener todo un elenco de carismáticos personajes muy diversos.
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Con un total de 24 personajes (dos menos en el momento de su lanzamiento), Overwatch es un ejemplo a seguir en muchos ámbitos, pero también tiene sus fallos.

En lo que respecta a la visibilización ha realizado una gran tarea, sobre todo tras desvelar recientemente la homosexualidad de uno de los personajes principales: Tracer. Blizzard ha demostrado que le interesa la diversidad y apuesta por ella. Representar al colectivo LGTBI a través de uno de los personajes más populares y queridos del juego es una apuesta fuerte que no estuvo exenta de polémica y, sin embargo, resultó una opción magnífica en lo que se refiere a visibilización del colectivo en los videojuegos.

Y es que está claro que la visibilización es necesaria y es el motor principal del cambio en todas las carencias sociales del medio y de la sociedad. Es por ello por lo que, otro de los aspectos loables en lo que a visibilización (en este caso femenina) se refiere, es el hecho de que, de 24 personajes, un total de 10 sean femeninos. Casi la mitad de los avatares que podemos escoger para jugar son mujeres, lo cual no es una mala cifra y se aproxima a un porcentaje real de la diversidad que podemos encontrarnos fuera de la ficción.

Sin embargo, a pesar de sus logros, Overwatch aún tiene pasos que dar en lo que a visibilización se refiere. Si bien es cierto que la caracterización de personajes es asombrosa y cada uno de ellos tiene una personalidad y un aspecto físico definido, una de mis mayores decepciones es que esa caracterización parece quedarse corta en lo que se refiere a modelos de cuerpos femeninos. A diferencia de lo que sucede en el caso de los personajes masculinos, en el caso de los femeninos la variedad es mínima. Y es que todas siguen patrones similares. Todas son guapas, con bellezas más sensuales o más inocentes, desde la femme fatale de Widowmaker hasta la exótica belleza de Symmetra, todas poseen unas facciones bellas. Del mismo modo los modelos de cuerpo se reducen a las curvas imposibles o las mujeres estilizadas hasta el extremo, con dos casos que pretenden ofrecer algo de diversidad: Zarya y Mei. No obstante este intento es tan pobre en comparación con la de sus compañeros masculinos que resulta descorazonador.

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Zarya pretende ser la mujer musculosa y fuerte, una soldado perfecta. Sin embargo no deja de ser una copia de la modelo Estefanía Ferrario, preciosa en todos los aspectos. Mei, por su parte, aspira a los cánones más normalizados, pero en su diseño no se han atrevido a darle carne, se han limitado a ponerle ropa abultada que pueda ocultar cualquier sugerencia que se aleje de la belleza de sus compañeras.
Esta situación se vuelve más grave en tanto que en el ámbito masculino sí se han atrevido a hacer cuerpos muy diversos, rostros no agraciados e incluso seres no-humanos como Zenyatta y Bastion. Roadhog es el paradigma de cómo Blizzard puede crear cuerpos muy diversos y elaborados sin tener que recurrir a los estéticamente bello.

Igualmente, en el caso de la visibilización del colectivo LGTBI, aunque sigo aplaudiendo la presencia de un personaje homosexual, no deja de parecerme poco que, de 24 personajes, sólo uno de ellos represente a la comunidad.
Así que, aun alabando la variedad de personajes y la enorme labor de visibilización de la mujer y el colectivo LGBTI, mi mensaje para Blizzard es: “¡Ánimo, aún queda mucho que hacer!”.