Hace pocos días, durante el evento de Disney “D23 Expo” se anunciaba después de años de intriga la supuesta fecha de salida de uno de los videojuegos que más interés (o hype) ha despertado durante los últimos tiempos: Kingdom Hearts 3. Anunciado por primera vez durante el E3 de 2013, aunque en el aire desde 2010 debido a comentarios de Tetsuya Nomura, director original de la saga, Kingdom Hearts 3 es un nombre que ha ido generando más y más expectación a medida que avanzaban los años y se desvelaban detalles del juego a cuentagotas: breves trailers, modo de combate, mundos disponibles… Pequeños datos para ir abriendo el apetito de los fans.
Sin embargo, esta estrategia publicitaria es, cuanto menos, arriesgada. Por un lado, es verdad que consigue mantener al público enganchado a ese futuro juego, con ansias de probarlo. Pero, por otra parte, puede llevar a una gran decepción.
En la mayoría de las ocasiones, las expectativas creadas durante tanto tiempo, cada vez mayores a medida que se anuncian novedades, acaban por no verse cumplidas. Desde tramas que no están a la altura a personajes que no resultan atractivos, el conocido downgrade o los famosos bugs o fallos en el juego (siempre recordaremos los cómicos bugs de Assassins Creed Unity, la excesiva publicidad a No Man’s Sky que no se correspondía con la realidad del juego, o el downgrade que se pudo apreciar en la primera entrega de la saga Watchdogs).
El último caso, bastante sonado, ha sido la decepción de varios usuarios tras jugar la nueva entrega de la saga Final Fantasy: Final Fantasy XV, de la que se esperaban grandes resultados al contar con diez años de desarrollo a sus espaldas. Sin embargo, el hype generado fue una mala baza para los fans, que esperando un juego de 10 se sintieron decepcionados con un juego de 8.
Es entonces cuando uno se pregunta: ¿realmente es buena idea? ¿Merece la pena tentar al público con un nuevo título que no saldrá a la venta hasta dentro de varios años? ¿O del que ni siquiera se sabe la fecha de lanzamiento?
Desconozco si a las desarrolladoras les funciona esta estrategia, pero aquí la que escribe, como jugadora habitual, os puede decir que hay lanzamientos que teme tanto como espera. Kingdom Hearts 3, el título con el que se abre este texto, es el mayor ejemplo de ello. Fan de la saga desde que era niña, he pasado años deseando tener esta nueva entrega entre mis manos, reencontrarme con sus personajes, descubrir los nuevos mundos que han preparado en esta ocasión y cómo avanzará la historia de ahora en adelante.
No mentiré, saber que el año que viene podré observar con orgullo el juego como uno más de mi colección me gusta. Qué digo, me encanta. Pero, al mismo tiempo, me genera cierta desconfianza. ¿Será esta vez la definitiva? ¿De verdad lo tendremos en 2018 con nosotros? Como dije en mis redes sociales cuando fue anunciada la fecha: si no lo veo no lo creo.
Aun así, esto no es más que la punta del iceberg. Cada vez que veo nuevas imágenes o nuevos trailers mi cabeza piensa: “¡me encanta! ¡Lo quiero!”; pero al mismo tiempo una vocecita dentro de mí murmura con recelo: “no te ilusiones, no tengas las expectativas demasiado altas, ten cuidado”.
Entonces, ¿qué sería lo ideal: no anunciar un nuevo título hasta que su desarrollo haya casi terminado o generar intriga alrededor de él durante años?
No soy una profesional de la industria, no he estudiado publicidad y desconozco qué estrategia de marketing dará mejores resultados. Lo que sí puedo decir, desde la perspectiva personal de una jugadora y consumidora desde hace años, es que me gusta que poco a poco me vayan dejando pistas de lo que encontraré en ese juego que con tantas ganas espero.
Me gusta emocionarme con nuevas informaciones y comentar con mis conocidos cómo creemos que será el resultado final de un juego. Sin embargo, cuando este tira y afloja se alarga durante años no sólo empiezo a olvidar ese título, bombardeada por los lanzamientos del momento, sino que una vez lo tengo en mis manos espero un producto de mucha calidad. Esos años de espera se traducen en mi mente como tiempo invertido en eliminar fallos y mejorar el juego. Si una vez lo pruebo tiene bugs, pierde calidad o la trama no está a la altura de las expectativas generadas, no sólo me quedo con una mala impresión del juego, sino que cuando la empresa creadora decida lanzar un nuevo título utilizando la misma estrategia me lo pensaré dos veces antes de hacerme con él, anteponiendo incluso otros juegos cuando voy con intención de comprar a la tienda.
Podemos resumir entonces que el hype es bueno. Es, de hecho, divertido, pero en su justa medida. Es un arma de doble filo que bien usada puede llevar un juego al éxito, pero que al mismo tiempo puede estallarle en la mano a quien decide empuñarla.